Quiero ser un murciélago
molestarte con mi radar
y ahuyentar las malas
compañías
Quiero palidez
dormilones
noches y paisajes
de soledad
Necesito vagabundear
alejada del disturbio
acompañada del
suburbio
de mi habitación
Llego a mi guarida
te espero
te prendo
me siento
pienso
y me motivo
con lo que dé
No soy una
superheroína
pero todas
las mañanas
me pongo el traje
de guerra
Salgo a transitar
el bosque de cemento
el mar de perdedores
el viento de gentes
y el sol
de los ojos chinos
Trato de superar
mi marca
mi tiempo
mi paciencia
y mi razón
El día pasa entre
nubes
sueño
dolores de espalda
latas de sardinas
y presiones bajas
Antes de llegar a mi cueva
me cuelgo
como sea y dónde sea
una vez más
entre tantos
conformistas
Y así termino
cansada
aliviada
esperanzada
con la sonrisa
de oreja a ojera
1 comentario:
me hizo acordar
a este de hernan la greca
LA MUJER MARAVILLA
La ropa de gustar, la vincha, el cinturón,
los brazaletes, se los calza y sale
a repartir destellos por el país que quiso
convertirla en leyenda. Encantadora es.
Inapelable.
Nada de música o estrellas, nada
de campanas. Cuando ella pasa, el mundo
es una chica americana. Su belleza
se mide en la futilidad de un gesto:
como arma letal, un avión invisible.
Sufre por ser tan fuerte y no poder
perder un brazo, el corazón
en una balacera. Sufre
porque no ama, y es ése
el aire que le falta.
Sueño con tener un recuerdo junto a ella
por ejemplo: la experiencia de los dos
en el fotomatón. Como prueba inobjetable,
una historia de amor en cuatro cuadros
para llevar en el bolsillo
del corazón de la chaqueta.
Su mayor certeza no la obtiene
de la verdad del lazo. Lo que importa
lo sabe por lo que lleva
perdido.
No cuenta lo que haga, en la lucha
o recostada en un sillón, todo el tiempo
parece que el traje va a ceder. No es la furia
de la carne suspendida, es el corazón
que late.
Agitada, la vedette se deja ver
después de la rutina. La boca,
el cuello, el pelo suelto. Está en todo
lo que digo, está en lo que todavía espero.
besos
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